jueves, 27 de diciembre de 2012

La Nueva Era Gustavo Esteva

GUSTAVO ESTEVA LA NUEVA ERA Y la banda siguió tocando. El hundimiento del Titanic era irremediable. Ignorarlo era insensato. Pero la banda siguió tocando.
El montaje del día primero es una ilustración flagrante de esa clase peculiar de ceguera. Mostró la brecha que se ha abierto entre las clases políticas y la gente y reveló también su peligroso desapego de la realidad, la forma irresponsable y miope en que ocuparse de intereses mafiosos a corto plazo implica ignorar la hondura de la crisis económica, social y política en que nos encontramos. El discurso que se tiende actualmente sobre el país muestra los peores síntomas del autoritarismo populista que se ha instalado contra viento y marea. Está concebido como un triunfo irresponsable del optimismo sobre la realidad con la evidente intención de generalizar esa ceguera. La banda seguirá tocando hasta que los instrumentos y los músicos se hundan junto con el barco. Es particularmente difícil no escuchar el estrépito del derrumbe, que se observa en el mundo entero y se precipita muy agudamente en México. Quienes se encaramaron a los dispositivos del poder político, sin embargo, persistirán en esa sordera interesada…mientras les sea posible, por el tiempo que puedan. Pero los demás no podemos seguir haciendo oídos sordos. Necesitamos reaccionar. “Odio decir que se los dije, pero se los dije,” nos dijo el subcomandante Marcos hace unos años. En varias ocasiones los zapatistas nos advirtieron de lo que ocurriría si no reaccionábamos. No reaccionamos. Ocurrió. Describieron en diversas circunstancias el desastre en que hoy nos encontramos. Anticiparon, antes que nadie, la serie de crisis que se han venido sucediendo y la destrucción que traerían consigo en las clases políticas, en el país mismo, en el tejido social… Abrieron con vigor y lucidez opciones de cambio, sin dogmatismos ni imposiciones. No las tomamos. El nuevo llamado del EZLN necesita ser escuchado por cuantos intentan, desde abajo, resistir el horror dominante y crear otra posibilidad. Ojalá lo puedan escuchar hasta aquellos que abrigan aún la fantasía de que podría bastar un golpe de urna para remediarlo todo, quienes sólo pueden pensar y organizarse dentro del marco de los partidos y las instituciones y aún creen que el anticapitalismo es una mala palabra. Es útil mostrar de nuevo que el emperador está desnudo. Podrán atreverse a verlo y a decirlo en voz alta hasta quienes creen que es posible seguirlo negando. Pero mientras resulta inevitable escuchar el estrépito del derrumbe del mundo que muere, entre otras cosas porque el ruido abarca todo y se padece cotidianamente en carne propia, no pasa lo mismo con el estruendo del mundo que resurge.Para escucharlo se necesitan otras orejas. No estamos ante una variante más de lo que conocemos. No es otra vuelta de tuerca, un recodo más de un camino conocido. Es una novedad radical. Sus profundas raíces en el pasado no se dedican a reproducirlo o a realizar, aún peor, el intento imposible de regresar a él. Es otra cosa. Como quedó a la vista el viernes pasado, el mundo nuevo se construye con esperanza, gozo y celebración, a partir de la disciplina que se aprende en un orden propio, autónomo. Sólo así, desde la disciplina orgánica, la que se teje desde abajo por la propia voluntad, es posible plantearse la eliminación del poder y la autoridad coercitivos, la condición en que se usa la posición jerárquica para imponer una acción. En tiempos tan oscuros como los actuales resulta una bendición saber que contamos con ellos. Como dijeron hace tiempo Chomsky, Wallerstein, González Casanova y muchos más, la iniciativa política de los zapatistas es la más radical del mundo y probablemente la más importante. Lo fue ayer, aquella noche del primero de enero de 1994, que detonó una ola de movimientos antisistémicos en el mundo entero y nos despertó. Lo sigue siendo hoy, cuando resultan nuevamente fuente de inspiración para hacer lo que hace falta. Ha llegado el fin de una era. Las pruebas se acumulan todos los días. Nada podrá impedir su conclusión. Pero adquirirá una forma apocalíptica, profundizando la inmensa destrucción natural, social y cultural que ha estado caracterizando su agonía, a menos que seamos capaces de resistir tal horror. Y en estas circunstancias, la única forma válida y eficaz de resistir consiste en crear la alternativa. Nos toca hacerlo. Cada quien en su lugar y a su manera. Necesitamos disolver las relaciones económicas y políticas que nos atrapan en el mundo viejo, conscientes de que la creciente dignidad de cada hombre y cada mujer y de cada relación humana desafía necesariamente todos los sistemas existentes. De eso se trata hoy. gustavoesteva@gmail.com

sábado, 15 de diciembre de 2012

El hedor y el desarroolo, homenaja a Kusch por Mignolo

EL HEDOR Y EL DESAROLLO Walter D. Mignolo, Hong Kong, Mayo 1, 2012 Hay imágenes que quedan, aunque no por el diseño gráfico sino por la imagen que construyen las palabras. La visualidad de las palabras sobre el blanco de la página llevan al lector a construir la visualidad que la palabra sugiere pero que no diseña. De mis lecturas filosóficas primerizas, por los quince años o algo así, me quedan las imágenes de la mañana en que Gregorio Samsa se despierta, en una Checoeslovaquia sombría (esa es la imagen que me queda), descubre y narra con naturalidad que se convirtió en una gran cucaracha. Las segunda imagen, más o menos de la misma época de lecturas, es la de Mersault caminando bajo el sol del Mediterráneo, del lado de África, cielo azul, mar azul, arena blanca, sol rajante, y Mersault mata a un árabe, sin saber muy bien por qué. Mucho después, ya profesor universitario, me quedaron dos imágenes de un libro escrito por un argentino, una de la Puna boliviana y la otra del Cuzco. La imagen del Cuzco ponía en primer plano el hedor. El de La Puna el desarrollo. De la imagen del Cuzco y del hedor, me quedó la imagen de Kusch ascendiendo a la iglesia de Santa Ana y observando los rostros esculpidos por el sol, el viento, el clima seco de las alturas. De La Puna, Kusch mirando la horizontalidad inmensa y seca, escuchando el silencio del abuelo frente a la sugerencia de los asistentes de Kusch de que debería comprar una bomba hidráulica. La bomba hidráulica es indicio de progreso, del progreso que lleva a la pulcritud que supera el hedor. Pero e ahí que al abuelo no ¨siente¨ que el deba ser como los otros quieren que sea. Kusch creó luego la idea de ¨estar siendo¨ para dar cuenta de aquello que en el texto ¨El hedor de América¨ denomina la ¨verdad del hedor.¨ El argumento poético de Kusch nos lleva desde la identificación con el caminante de la ciudad (Kusch) que sube sin aliento y sin oxígeno las escalinatas que lo llevan a la Iglesia de Santa Ana del Cuzco, desde la incomodidad y el miedo además del ¨mal olor¨ para el caminante foráneo, a la ¨verdad¨ de aquello que, para el citadino, es el pasado, la barbarie, el atraso, el subdesarrollo que llama a gritos a la modernidad y la pulcritud, los perfumes de Dolce & Gabbana o las fragancias salvajes de Ralph Laurent. Fue el hedor de París una de las razones que llevó a la invención de los perfumes. Fue quizás el hedor de la burguesía revolucionaria que provocó la necesidad de las fragancias para los cuerpos. Kusch destaca este momento y este contexto: la burguesía que llevó adelante la revolución francesa era, para la aristocracia, como los indígenas andinos para la clase media urbana de Buenos Aires. No obstante, después de 300 años de la revolución francesa, la etno-clase Europea que accedió a los espacios donde se toman las decisiones estatales y económicas, legales y éticas, estéticas y afectivas, usó los perfumes que ella misma había provocado con su hedor. Un hedor que, para la aristocracia, entraba tanto por el olfato como por la moral: gentes avariciosas que aseguraban su identidad y su ser en la acumulación de dinero y de bienes. El hedor burgués frente a la elegancia y la fragancia de la aristocracia y del incienso de la iglesia. Pero he aquí, nos recuerda Kusch, que ¨nosotros,¨ los bonaerenses de clase media descendientes de europeos, somos los hedientos para las burguesías europeas. La fuerza de los argumentos de Kusch, además de su escritura, proviene de reflexionar en la doble frontera del Sur Americano racializado en Europa y el Sur Americano racista con respecto al Indígena y al Negro, que Kusch sólo menciona unas pocas veces, pero que sabe que está. La reflexión de Kusch es una extensa y agónica meditación de la conciencia de inmigrante que a la vez rechaza el ¨querer ser¨ del progreso y del desarrollo. Progreso y desarrollo que en Argentina se extiende desde la ¨organización nacional¨ a mediados del siglo XIX guiada por capitales ingleses e ideologías francesas hasta el momento de la modernización y el desarrollo, a mediados del siglo XX. Este es el momento que provocan las reflexiones de Kusch desde Seduccción de la Barbarie (1952) hasta Geocultura del hombre Americano (1978). ¨El hedor de América¨ es además de una enorme importancia epistemológica, en la medida en que su reflexión se desprende del saber disciplinario. Las disciplinas, podríamos decir siguiendo la reflexión de Kusch, son formas de ser pulcros, académicamente pulcros y anteponer la nota al pie, la seguridad del documento, la confianza del archivo en el que están guardados también los silencios de la historias que no están escritos. Los archivos contienen los documentos de la pulcritud, documentos que han tapado el hedor, aunque los documentos estén polvorientos y huelan a humedad. La reflexión de Kusch, entrenado en el pensar filosófico, parte y se aleja de él. Sin duda que sus reflexiones se deben a su entrenamiento filosófico, a sus lecturas de Heidegger, Hartman, Nietzsche, Hegel, Marx, etc. Pero son reflexiones que sólo se pudieron dar como se dieron en el momento en que Kusch desobedece, vuelca en una total desobediencia epistémica y ontológica y reflexiona a partir de la experiencia en vez de sujetar la experiencia a los dictados de las disciplinas. Sus reflexiones parten de su piel, de sus sentidos, de su corazón en última instancia (así es como los Náhuatls en el antiguo México concebían el ¨lugar¨ del conocimiento) que luego la mente traduce en narrativas y argumentos codificados en la larga historia de la educación universitaria. ¨La teoría del vuelco¨ que describe en Pensamiento indígenas y popular en América es una descripción de la epistemología aymara que se refracta sobre su propia teorización. Es decir que Kusch no describe la teoría aymara del vuelco a partir de las teorías filosóficas alemanas o francesas, y del saber greco-latino, sino que la descripción de la teoría aymara del vuelco le permite construir su propio vuelco filosófico: así se desprende y desobedece la tiranía disciplinaria. Piensa, se piensa caminando en la extrañeza del hedor. No piensa y describe el hedor ahí afuera, como lo harán los estudios de áreas al servicio del desarrollo, sino que describe al pensarse pensando en lo que describe. La antropología y los estudios de áreas son las disciplinas mutiladas por los análisis de Kusch. Ambas disciplinas fueron y son agentes del desarrollo y de la modernidad. Ello no quiere decir que antropólogas y antropólogos actuales no sean conscientes de este hecho y que estén trabajando para superarlos. No obstante, el golpe fuerte de Kusch, más allá de la contribución que puedan hacer antropólogos y antropólogas profesionales, es haberse desprendido del ¨estudio¨ disciplinario para simplemente ¨pensar¨ y ¨pensar¨ significa aquí no solo analizar lo que está ahí, como hacen los científicos sociales, sino reflexionar a partir de lo que me provoca de aquello que está ahí. Kusch invierte de esta manera la larga e imperial historia de la epistemología moderna, Europea por cierto, afincadas en la teología durante el renacimiento y en la filosofía secular y la ciencia a partir de la ilustración. Una necesidad en definitiva puesto que Kusch no lo dice pero está implícito en su análisis, la fundación del saber en Europa, del renacimiento a la ilustración, fue la fundación de un saber que respondió a su propia existencia, un saber que se construyó para ahuyentar el hedor de brujas y alquimistas, de sarracenos y paganos, de indios y negros africanos. La continuación de los saberes pulcros que la modernidad Europea ha legado, se manifiesta en la subjetividad misma de Kusch de la que parte su reflexión: filósofo por educación, educado en la pulcritud epistémica, se enfrenta de pronto no sólo con el hedor del olfato, sino con el hedor de un saber que no sabemos y que nos amenaza. ¨Nosotros¨ que creímos en la pulcritud epistémica desde la que podíamos controlar el ¨saber universal¨ (Hegel) nos encontramos de pronto con el hedor epistémico que nos amenaza, que se nos escapa, que no podemos controlar. Ese momento agónico es el momento que provoca la reflexión de Kusch a partir de la caminata hacia la iglesia de Santa Ana del Cuzco. En suma, llevando la reflexión de Kusch al extremo, el hedor en las calles del Cuzco nos lleva a pensar en el hedor epistémico del pensar Americano frente a la pulcritud del pensar Europeo. Y no pensemos que se trata de binarismos construidos por la pulcritud epistémica, precisamente para alejar el hedor cognoscitivo. Lo que comprendemos a partir de Kusch es que cualquier pensar que no se organice y exprese en las seis lenguas europeas imperiales modernas, basadas en el griego y el latín, es para la pulcritud y el desarrollo, el pensamiento del hedor, del color, pensar en lenguas bárbaras. Kusch no creció hablando aymara. Hijo de padres alemanes y nacido en Argentina, nos hace suponer que el alemán no le fue extraño y que el castellano no pudo evitarlo. El aymara, en cambio, fue para él una necesidad, la necesidad de ultrajar el pensar que se le impuso a través del alemán y del castellano. Los legados epistémicos y éticos (en la medida en que su opción conlleva una ética), son legados fundamentales para el siglo XXI, siglo en el que el hedor de tres partes del planeta está asentándose sobre la pulcritud de un cuarto de la población del planeta que lo fue controlando durante quinientos años. Esto lo escribí en Hong Kong, donde la pulcritud de la arquitectura del desarrollo convive con los hedores de las pequeñas calles, lugares escuetos y ocultos para los cuerpos que son usados por el desarrollo. Curiosamente, en el hedor se respira el vivir, cuerpos vivos que comunican, en el ajetreo del día cuando las comidas se sirven entre comensales abarrotados, y en las noches cuando se desciende desde Soho hasta Queen Elizabeth Road, hora de limpieza y orden pero no el de la pulcritud de Pekin St o de TST. En cambio, en la pulcritud del desarrollo de Hong Kong Central, la visualidad de la arquitectura y de los gigantescos afiches de Luis Vuittron y Giorgio Armani, surgen como los dioses del desarrollo que controlan los cuerpos autómatas, perfumados y bien vestidos, que trajinan como robots enganchados en los celulares y en la radio de bolsilla que llena los oídos de música y distrae los ojos del vivir y del pensar.