viernes, 10 de abril de 2009

Debate sobre el desarrollo




Notas sobre el desarrollo para el debate y discusión

Foto: Campesinos impidiendo desalojos de tierra, Mendoza. Archivo: GEMSAL
Un concepto que es usado (y abusado) así como relacionado con el progreso y la modernización es desarrollo. Independientemente de todas las teorizaciones que giraron alrededor del concepto (que sintetiza el artículo de Miguel Teubal en este Blog), es importante comenzar a identificar que promesas, qué jerarquizaciones, qué desvalorizaciones, etc. se con-jugaron en su uso. También es importante comenzar a pensar desde que imágenes convencieron a nuestras poblaciones de nuestra condición de “subdesarrollados” (como suele decir Gustavo Esteva, un día de 1949, el presidente norteamericano nos colgó ese cartel que portamos desde entonces).

Desarrollo es un concepto que, en general, aún tiene buena prensa en los sectores que desean algún cambio en la distribución de la riqueza en la sociedad; haber sido “desarrollista” terminó siendo algo bueno después de los años más duros de la hegemonía del capital financiero y especulativo. En la actualidad, es un elogio que se les hace a los gobiernos con discursos antineoliberales de la América Latina: que son “desarrollistas” o que se ocupan del “desarrollo productivo”.

En los países del Norte, el crecimiento económico fue en aumento a partir de la colonialidad y despojo del Sur. Llegado el siglo XX con escenarios desgarradores de desigualdades, guerras, racismos, etc., muchos intelectuales decidieron criticar radicalmente el concepto de desarrollo y toda su constelación semántica.

Serge Latouche, por ejemplo, sostiene que el crecimiento ha dejado de ser una manera de satisfacer necesidades reales para devenir como finalidad en sí mismo, generando necesidades que no son tales. El crecimiento ha devorado la economía y hemos pasado, remata, de ser una sociedad con crecimiento a una sociedad de crecimiento (el único objetivo es crecer y aumentar ganancias).

Conocemos el pensamiento crítico de Boaventura de Sousa Santos (portugués), Vandana Shiva (India), y también de Arturo Escobar, Gustavo Esteva, Ramón Grosfoguel, etc. No obstante en muchos de nuestros países todos los discursos institucionales que se oponen al neoliberalismo ubican el desarrollo como un ideal a alcanzar. Desde Bolivia y Venezuela hasta, por supuesto, Chile y Argentina.

En la Argentina, por ejemplo, Pino Solanas y su “Proyecto Sur”, desde un espacio progresista y crítico a la política económica del actual gobierno rechaza la minería pero no se basa en un cuestionamiento radical a estas producciones sino al hecho que ellas están en manos extranjeras y dejan pocos ingresos al país. Por tal razón creemos importante plantearnos la cuestión para debatir entre todos.

En un intercambio que tuvimos miembros del Blog “Otro Bicentenarios” (Carlos Walter Porto Gonçalves (CWPG), Jorge Montenegro, Javier Lorca y Norma Giarracca) tratamos de trabajar la etimología del término en español y portugués a raíz del artículo de CWPG que está en la página. Transcribo una parte del intercambio en la que interviene Jorge Montenegro, quien no sólo conoce muy bien los dos idiomas sino que también es un especialista en el tema de la crítica al desarrollo:

“Un rápido vistazo a los diccionarios dicen lo siguiente sobre la etimología: 1) En castellano: desarrollar (des+arrollar, del latín rotŭlos/rotulāre, que quiere decir rodillo). 2) En português: desenvolver (des + envolver, del latín involvere/involvo, que quiere decir envolver, cubrir). Sobre el significado (acepciones más literales): 1) En castellano: desarrollar = extender lo que está arrollado, deshacer un rollo. 2) En portugués: desenvolver = tirar do invólucro (quitar del envoltorio), desenrolar (desenvolver, desempaquetar). Por ahí es posible percibir un punto de conexión entre ambas lenguas, estableciendo una relación con la idea de desplegar, de abrir lo que está cerrado (empaquetado, enrollado...), pero esa conexión parece que se pierde cuando pensamos el sentido figurado que se da a las palabras "envolvido" o "envolvimento" en portugués: involucrado/implicado (como involucrado en un crimen), comprometido (comprometido con las luchas sociales). Si penamos en palabras similares en castellano, como "enrollado", "arrollado" o "rollo", vemos que no llegan a tener un significado similar (tal vez la palabra “enrollado” pueda tener cierta semejanza, pero de forma una tanto forzada).

Por eso, una traducción posible para "(des)envolvimento" como comparece en el texto, parece difícil. Todavía más si queremos respetar ese doble (o triple) sentido que podría existir en portugués: des-ligamento, des-conexão, des-compromisso.


El párrafo en cuestión de CWPG dice:
“Em países como a Guatemala, Bolívia, Peru, México, Equador e Paraguai, assim como em certas regiões do Chile (no sul, onde vivem aproximadamente um milhão de Araucanos/Mapuches), da Argentina (Chaco norteño) e da Amazônia (brasileira, colombiana e venezuelana) o caráter colonial do Estado se faz presente com todo seu peso. O “colonialismo interno”, expressão consagrada por Pablo Gonzalez Casanova, se mostra atual, enquanto história de longa duração atualizada. Não raro essas regiões são objeto de programas de desenvolvimento, quase sempre de (des) envolvimento, de modernização, quase sempre de colonização (aliás, essas expressões, quase sempre, são sinônimas).”
La traducción propone:

“En países como Guatemala, Bolivia, Perú, México, Ecuador y Paraguay, así como en ciertas regiones de Chile (en el sur, donde viven aproximadamente un millón de araucanos/mapuches), de Argentina (el Chaco norteño) y de la Amazonía (brasileña, colombiana y venezolana), el carácter colonial del Estado se hace presente con todo su peso. El "colonialismo interno", expresión consagrada por Pablo González Casanova, se muestra actual, en tanto historia de larga duración actualizada. No es raro que esas regiones sean objeto de programas de desarrollo, casi siempre de ………., de modernización, casi siempre de colonización (de hecho, esas expresiones casi siempre son sinónimos)”.

Fíjense las “nota al pie” que proponía el traductor para la palabra (des)envolvimiento:
“En portugués, la palabra para desarrollo es “desenvolvimento”. El autor establece un juego de palabras entre “desenvolvimento”/desarollo y “(des)envolvimento”/des-compromiso que se pierde en la traducción castellano”

En portugués el desenvolvimento, según Carlos Walter Porto-Gonçalves, sería un (des)envolvimento, o sea, una ruptura del envolvimiento (por tanto, con un sentido crítico: el hombre blanco, occidental y moderno en su afán de desenvolver, lo que hace es des-envolver, o sea, desligarse, distanciarse, descomprometerse). En castellano, Gustavo Esteva dice: “La metáfora del desarrollo dio hegemonía global a una genealogía de la historia puramente occidental, privando a los pueblos de culturas diferentes de la oportunidad de definir las formas de su vida social. La secuencia vernácula (desarrollar es posible después de enrollar) se invirtió con la transferencia. Las leyes científicas tomaron el lugar de Dios en la función de enrollar, definiendo el programa”. Como yo lo veo, el juego de palabras de Esteva continua en el mismo plano de sentido de desarrollar y des-arrollar (desenrollar), no parece haber un segundo sentido, el hincapié está hecho en la inversión que la ciencia (moderna, occidental...) hace de la secuencia original: 1º arrollar (enrollar), 2º desarrollar (desenrollar).

Gustavo Esteva, quien generosamente intervino para que enriquezcamos la discusión, aportó desde un trabajo en construcción (por lo cual no lo citamos) ideas claves. Nos dice que el desarrollo significa comenzar una ruta que otros conocen mejor, ruta que conduciría a un punto final de riqueza y superación de la pobreza. Mientras Gandhi en la India, Cárdenas en México y los primeros revolucionarios socialistas se animaron a pensar caminos propios de organizar la vida material de sus pueblos, los dueños del coloniaje, bajaron la dicotomía “subdesarrollo- desarrollo” y el camino a seguir. “Desarrollar un papiro” significa “des-enrrollarlo”, lo cual supone ir atrás, a la forma original donde se lee el mensaje. Lo principal del papiro no está en el des-enrrollo pero si queremos conocer el mensaje debemos hacer esta acción. Así, en inglés, development comienza con el requerimiento del envelopment. En español, dice Esteva, este sentido siempre es capturado por la expresión desenrrollar que es previo a desarrollar.

En todos el primer sentido de desarrollo reenvía a desenvolver, desplegar algo. Hay un potencial en ese primer hito, como en cualquier elemento de la naturaleza, desde un embrión humano a una semilla de una planta.

Independientemente de estas discusiones “finas” en relación con los sentidos que el término posee en los distintos idiomas, notamos que en todos ellos el sentido predominante está asociado a una idea evolucionista de los procesos: se va del “atraso” al “progreso”, del “subdesarrollo” al “desarrollo”, del “sur” al “norte”, “de lo primitivo” a lo “moderno”. Y en todos los casos, y como lo vimos muy bien en los autores como Quijano, Grosfoguel, etc., la segunda parte de la ecuación es el capitalismo de los países dominantes. Nada se dice de cómo esos países alcanzaron el deseado “desarrollo”, nada se dice de la cara oculta de la configuración cultural que lo acompañó, “la modernidad” y su articulación ominosa a la “colonialidad” (su cara oculta).

El “desarrollo” constituye una parte importante de ese espejo equivocado en el que, como dice Quijano, nos miramos distorsionando nuestras identidades, necesidades y problemas. “Desarrollo” es el dispositivo de los programas de los organismos internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo. Es la “cuerda” con la que se han bajado las nuevas pautas de concentración económica, extranjerización de los recursos naturales, desaparición de pequeñas y medianas empresas en toda la estructura económica del país.

Cuando en los noventa se comenzaban a registrar las consecuencias de lo que se estaba aconteciendo (subía la desocupación, aumentaba la pobreza e indigencia), el “ala izquierda” de los organismos internacionales, agregó la promesa “con equidad” a la palabra en cuestión. Los famosos informes de una CEPAL ya neoconservadora se titulaban “desarrollo con equidad”, “desarrollo con justicia”, etc. En todos esos técnicos existe un fuerte cinismo pues ellos saben muy bien que el desarrollo en los tiempos neoliberales produce polarización, concentración, desigualdad. Tal vez hubo otros momentos en que esa promesa (siempre incumplida) tenía mayor asidero, no hoy.

¿Qué propondría la opción decolonial? En un ejercicio teórico político podemos decir que propondría respetar cualquier modo de configurar la reproducción material de la vida existente en distintos territorios de América Latina, tanto en territorios indígenas como las diversas posibilidades que cada pueblo puede crear, puede generar. Propone romper con la dicotomía de “valor de uso” y “valor de cambio” para pensar otros modos de satisfacer todas las necesidades que cada pueblo considere importante: desde el alimento, las medicinas, las computadoras, los medios de transporte o cualquier equipamiento que necesite la salud pública. No se trata de volver atrás en el tiempo, al contrario, se trata de transponer estas configuraciones económicas concentradoras de riquezas, devastadoras de los recursos naturales, colonizadoras de todos los espacios de la “vida-muerte”, mortífera para gran parte de la población mundial y generar nuevas formas pos-capitalistas. Sin etiquetar, sin ponerle rótulos del pasado como “socialismo” “capitalismo de estado”, etc.

Interrogantes para el debate ¿es posible sostener otras configuraciones para la reproducción material de la vida, sin caer en la gran idea del “desarrollo”? ¿pueden coexistir las formas coloniales del desarrollo económica con otras formas? ¿es posible, en esa misma dirección “el capitalismo andino” en Bolivia? ¿Qué dice la economía política con tradición radical sobre esta cuestión? ¿Por qué el marxismo apuntaló la idea de la evolución económica y apoyó el “desarrollo” en los socialismos reales? ¿cómo proponer otras ideas y constelaciones semánticas hoy? ¿Qué papel juegan los medios de comunicación y la cultura en general?

Son algunas de las puntas para interaccionar, debatir, reflexionar juntos…..

jueves, 9 de abril de 2009

La extraña realidad de la minería como fantasía colonial Horacio Machado




Sobre mitos, sueños y fantasías.
La extraña realidad de la minería como fantasía colonial
Horacio Machado



Foto: La Mejicana, antiguo emprendimiento inglés minero, Famatina, La Rioja (Foto: GEMSAL)
“Los sueños y las pesadillas están hechos de los mismos materiales,
pero esta pesadilla dice ser nuestro único sueño permitido: un modelo de desarrollo que desprecia la vida y adora las cosas…”
(Eduardo Galeano, “Patas Arriba. La escuela del mundo al revés”)



La asociación de ‘minería’ con ‘desarrollo’ constituye, qué duda cabe, uno de los ‘argumentos’ predilectos del discurso oficial minero, esto es, el discurso que sostienen los cómplices y partícipes del gran negociado minero: entre otros, mercaderes del conocimiento que circulan impunemente entre lo público y lo privado, funcionarios ‘desprevenidos’ y/o inescrupulosos, y comerciantes diversos del rubro.

Develar que hay detrás de esta engañosa identificación entre ‘minería’ y ‘desarrollo’ nos lleva a lo más profundo y complejo de las implicaciones de la minería moderna y contemporánea para nuestros pueblos, culturas y territorios: la cuestión del colonialismo y la de la colonialidad.

Prácticamente inescindibles, colonialismo y colonialidad refieren a dos aspectos diferenciables de un mismo y único fenómeno histórico-geográfico: el de la expansión imperial de Occidente y la conquista colonial del mundo operada por esta (La) ‘civilización’. La minería, con su pasado y su presente, con su larga historia de sacrificios realizados en pos del progreso moderno y su vigente actualidad estratégica como base extractiva del consumismo-para-pocos, puede resultar un interesante ejemplo para anclar sobre concreto las referencias a ambas dimensiones del mundo colonial.

Atendiendo, por un lado, a la trayectoria histórica, es posible ver las conexiones necesarias entre minería moderna y colonialismo. En efecto, desde los orígenes de la Era Moderna, una y otro han surgido y se han ‘desarrollado’ a través de un estrecho vínculo necesario: desde la dominación colonial clásica impuesta por España y Portugal entre los siglos XVI y XVIII, siguiendo por el dominio comercial y ‘diplomático’ ejercido por Gran Bretaña en el siglo XIX, hasta el control imperial indirecto ejercido por Estados Unidos, primero a través de sus grandes corporaciones transnacionalizadas, luego a través del andamiaje institucional del orden global creado desde Washington (FMI, BM, GATT-OMC, etc.), nuestras poblaciones y territorios han sido incorporados subordinadamente a la ‘economía mundial’ como proveedores de materiales y energía ‘baratos’, muy baratos, en realidad, subsidiando con el trabajo esclavo y cuasi-esclavo y con la expoliación ambiental de nuestros territorios, el ‘desarrollo’ industrial – científico-tecnológico y militar de las ‘grandes potencias’ mundiales.

Primero la plata y el oro a mano de ‘adelantados’ y ‘bandeirantes’; luego el salitre, el estaño y el plomo por parte de las compañías y la flota británica; más tarde el cobre, la bauxita y el resto de los metalíferos industriales por parte de las grandes corporaciones norteamericanas (luego también, canadienses y anglo-australianas), la historia de la minería moderna, para América Latina, ha sido la del despojo de sus materias primas[1] para abastecer el ‘desarrollo’ de las industrias modernas de los países del Norte, industrias que, por lo demás, surgieron y se expandieron bajo el formato tecnológico de la industria bélica y al amparo de los intereses militares de las ‘grandes potencias’.

Pero así como el pasado de la minería moderna devela el trayecto del colonialismo, la actualidad del nuevo ‘boom minero’ nos ayuda a dar cuenta de la colonialidad. Ahora, como entonces, asistimos a un nuevo ciclo de una vieja historia: la propaganda oficial que impulsa la avanzada de la gran minería transnacional sobre los bienes comunes de nuestro ambiente constituye uno de los más emblemáticos ejemplos de la colonialidad en nuestros días.

La colonialidad -condición naturalizada del colonialismo- da cuenta de cómo las históricas relaciones de explotación y saqueo sobre los cuerpos y los territorios que inauguraron el mundo moderno se asumieron como ‘lógicas’ y ‘normales’… Permite comprender cómo las diversas formas de ver-pensar-sentir el mundo fueron violentamente uniformizadas bajo la lógica única de la mirada colonial; lógica única que, justificando el expansionismo de los conquistadores y alimentando la fantasía desarrollista de los conquistados, crea un mundo nuevo, el mundo ‘patas arriba’ de nuestro tiempo…

En ese ‘mundo patas arriba’ de la mirada colonial, el discurso de la economía política ocupa un lugar fundacional y fundamental, discurso creador de la religión de nuestro tiempo, organizadora del culto sagrado que se le rinde a las cosas y al dinero, como representación y medida de ‘todas las cosas’. Al instalarse como patrón único de medición de ‘valor’, la lógica invertida del mundo del dinero ha dado lugar a la emergencia de una concepción de la economía en constante ‘crecimiento’ que hace caso omiso de los taxativos límites físicos del mundo natural; una maquinaria incesante de creación de ‘valores de cambio’ autojustificada en el imperativo de la acumulación y la ganancia infinita crecientemente realizada a costa de cada vez más gravosos sacrificios de Vida… Cegados por la veneración del culto al dinero, la producción y el consumo se han desentendido completamente de los valores de uso ligados al cuidado y la reproducción de la Vida.

En el lenguaje colonial del valor de cambio, el desarrollo se mide por el nivel de ingresos; la calidad de vida es sinónimo de consumo; el trabajo humano se reduce a la mera obtención de un empleo, intercambio forzado de la propia capacidad productiva a cambio de un ‘salario’, en condiciones variables de disciplinada subordinación…

En el marco de la creciente destrucción de los medios de vida que opera el avance del ‘impulso modernizador minero’, la dinámica expropiatoria del ‘desarrollo’ pone a las poblaciones ‘atrasadas’ en condiciones de disponibilidad frente al capital. Éste, con su promesa de generar empleos, exigirá los tributos más onerosos y el culto más absoluto a cambio de sus ‘favores’: la ‘inversión’ – la creación de ‘puestos de trabajo’… En las extorsivas condiciones de la incertidumbre por la sobrevivencia, las poblaciones se entregan incondicionalmente a los ‘favores’ del capital, implorando ‘puestos de trabajo’…

Poblaciones históricamente pauperizadas por largos y viejos ciclos de explotación; funcionarios y ‘dirigentes’ colonos, obnubilados por la fantasía colonial de ser como los que mandan, plagiando ad ridiculum sus formas y sus modos; oportunistas pusilánimes sin rumbo, dispuestos a cualquier costa a aprovechar el negocio… Tales suelen ser los escenarios y los actores que conforman el caldo de cultivo propicio para la expansión del gran negociado minero de nuestros días…

Más allá de todas las excusas, de todos los engaños y todas las falacias que envuelven el discurso oficial minero, finalmente éste prospera y avanza, en nuestros días, bajo el latiguillo recurrente de la promesa del ‘empleo’… Aunque probablemente ya todos los sabemos, aunque ni los propios propaladores del discurso oficial se tomen en serio sus palabras, al final, todo se justifica y todo se acepta ante la vaga promesa ‘salvífica’ de la ‘creación de puestos de trabajo’… Esa vaga promesa se desmorona, como lo que es -una fantasía colonial-, cuando nos ponemos a husmear en algunos ‘datos’ de la realidad, como les gusta decir a los predicadores del saber dominante…


Las patas cortas de las mentiras mineras: la ‘creación de empleos’.
El caso chileno: todo un ejemplo.

Actividad intensiva en bienes de la naturaleza si las hay, la minería resulta un ejemplo extremo del derrotero tecnológico de la industria moderna: a medida que el agotamiento de las reservas de bienes naturales se hace más evidente, las dimensiones y características de los procesos extractivos se tornan progresivamente más destructivas; las escalas requeridas para que los ‘emprendimientos’ resulten ‘rentables’ son cada vez más grandes y, consecuentemente, las mediaciones del trabajo demandadas para tales empresas se apoyan en ecuaciones que combinan dosis cada vez más altas de ‘trabajo muerto’ (capital) y cuotas mínimas de ‘trabajo vivo’ (empleos).

La ‘evolución’ de la minería moderna se resume en esa trayectoria tecnológica: cada vez más volúmenes de destrucción medioambiental por unidad de mineral recuperado; cada vez más altos ritmos de extracción y procesamiento y cada vez más energía y capital requeridos para sostener la ‘rentabilidad’ de la actividad extractiva… Paralela y proporcionalmente al aumento de la intensidad ambiental-energética y de capital de este tipo de explotaciones (nunca mejor usada esta palabra que en relación a la minería moderna), la cantidad de puestos de trabajo efectivos se reduce continuamente.

Tomemos, por caso, el ejemplo emblemático de Chile, país minero ‘por excelencia’, al que tanto le gustan adular como ‘modelo’ los gobernadores de nuestros ‘pagos’, los Gioja, los Beder Herrera, los Brizuela y otros más… Formateado al extremo como ninguno por los postulados del neoliberalismo, la redinamización reciente de las explotaciones mineras en Chile deja al desnudo la falacia de la minería como ‘creadora de empleos’. Los últimos tres lustros estadísticos de la minería en Chile muestran de forma contundente el incremento sideral de los volúmenes de explotación y extracción, y el de los valores de exportación, producidos a la par de una paralela caída en la cantidad absoluta y relativa del empleo minero.

En el Cuadro Nª 1 [ NO FUE POSIBLE INCLUIR LOS CUADROS, LOS INTERESADOS PEDIRLOS A LA DIRECCIÓN DEL BLOG]podemos ver la evolución de los volúmenes extraídos de los principales productos minero-metalíferos (cobre, plata, molibdeno y oro) en comparación con la evolución en el empleo en general, del empleo total en la actividad minera y la cantidad proporcional de los puestos en minería respecto a la ocupación total del país.

Los datos del cuadro permiten observar el fabuloso incremento en los volúmenes de mineral extraídos, del 45 % en el caso del oro, de más del 107 % en el de la plata, triplicándose en el caso del molibdeno y, más todavía, en el caso del cobre, cuyos volúmenes de 2004 representan un incremento de más del 240 % neto respecto de 1990. No obstante, pese a que la cantidad total de ocupados muestra también una variación positiva del orden del 39 %, la cantidad de empleos en el sector minero en general registra una caída superior al 30 % en el 2004 en relación a los puestos de 1990.

Esto significa que mientras los volúmenes de minerales extraídos han registrado un crecimiento promedio del 150 % entre 1990 y 2004, esto se ha producido en el marco de una pérdida neta de 18.490 puestos de trabajo. Con ello, la ya exigua participación de la minería en el total de ocupados del país se redujo drásticamente en más del 50 %, pasando del 1,34 % del total de ocupados en 1990 a sólo el 0,67 % en el año 2004.

Si tomamos en consideración las variaciones producidas sólo en el caso de la minería del cobre -el denominado ‘sueldo de Chile’- se pueden observar otras dimensiones de este mismo fenómeno. En el Cuadro Nª 2 se presenta una comparación entre la evolución de la producción y de los valores anuales de exportación con la del total de puestos de trabajo en la minería del cobre.


Este fenómeno se observa más claramente todavía cuando se analiza la evolución que en el período muestra la cantidad de cobre ‘producida’ por puesto de trabajo, que va de las 34,3 TM/puesto en 1990 a las 146 TM/puesto en el 2004, lo que en porcentajes, representa un incremento de más del 325 % en la capacidad de extracción por puesto de trabajo.

Ahora, influido por la evolución de la cotización del cobre durante el período analizado, el aumento de los valores totales exportados por la minería del cobre ha sido todavía superior al crecimiento de la capacidad extractiva. Entre 1990 y 2004, las exportaciones totales del sector cuprífero pasaron de 3,8 millones de dólares a más de 14,5 millones de dólares. Este incremento de más del 270 % es todavía mayor si se considera el valor de las exportaciones por puestos de trabajo, indicador que se acrecienta en más del 370 %, pasando de u$s 83,2/puesto en el ’90 a más de u$s 392/puesto en el año 2004.

Tratándose de una actividad eminentemente extractiva, completamente volcada al mercado externo y capital intensiva, la minería pone de manifiesto las ‘deformaciones estructurales’ que estas economías de enclave provocan en las estructuras productivas de países periféricos como los nuestros; en el caso del cobre chileno, éste representa más del 45 % del total de las exportaciones del país, aunque sólo el 7 % de su PBI y, como se vió, el 0,65 % del total de la población ocupada del país.

Como se trata de un mismo patrón tecnológico dominado por las pocas grandes compañías transnacionales que controlan el mercado a escala global, cabe inferir este mismo tipo de situaciones para todos los países que se embarquen en esta vía colonial del ‘desarrollo minero’: la cantidad de puestos de trabajo siempre será una mínima expresión de la ocupación total del país. No cabe ‘esperar’ de la minería a gran escala una ‘genuina’ solución al problema de la desocupación, tal como rezan los pregonadores del nuevo orden minero.


‘Y por casa, cómo andamos…?’

En el caso de nuestro país, tenemos ya el tristemente célebre caso de minera Alumbrera para verificar las consecuencias económicas de la minería transnacional con nuestras propias ‘evidencias empíricas’. La instalación de la minera en la provincia de Catamarca ha provocado la ‘extraña coincidencia’ de un récord en las exportaciones junto con un récord en el nivel de desempleo.

En los primeros cinco años de la explotación, entre 1997 y 2002, las exportaciones provinciales ‘saltaron’ de menos de 16 millones de dólares a más de 600 millones de dólares, de los cuales el 96 % correspondía sólo a las exportaciones de Minera Alumbrera. Al tiempo en que Catamarca se convertía en la primera provincia de exportaciones por habitante, las tasas de desocupación provincial crecían a ritmo más elevado que el promedio de la región del Noa y del promedio nacional.

Como lo muestra el siguiente gráfico, mientras que la tasa de desempleo provincial era inferior a la del Noa y a la tasa nacional, esto empieza a revertirse en el año 2000, evidenciando un nivel de desempleo de 3 y 4 puntos porcentuales por encima de la media regional y nacional respectivamente. En mayo de 2002, cuando las exportaciones mineras rompen la barrera de los 600 millones de dólares, la desocupación provincial llegaba al nivel del 25, 5 %.

EVOLUCIÓN COMPARADA DE LA TASA DE DESEMPLEO
CATAMARCA – NOA – TOTAL DEL PAÍS 1998-2002
Elaboración propia en base a datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos.

Por cierto, el ‘desarrollo minero’ no ha colaborado mucho con el objetivo de bajar el nivel de desempleo en la provincia minera por excelencia. A lo largo de su fase de explotación, Minera Alumbrera ha operado con 800 puestos de planta permanente y 1000 puestos de contratistas promedio. La cantidad de empleados en el sector minería durante este período fue de apenas el 0,8 % (Censo Nacional 2001) del total de ocupados de la provincia.

Claro, hay que decir, como siempre nos lo recalcan desde el discurso oficial minero, este análisis no toma en cuenta los puestos de trabajo indirectos que crea la minería, empleos que, aunque no son en labores mineras, no se habrían ‘creado’ de no ser por la demanda generada por la misma…

Lo cierto es que, aprovechando que no hay técnicas de medición fiables sobre este indicador, el tema de los puestos ‘indirectos’ ha servido para que los propaladores del discurso oficial minero intenten maquillar la exigua incidencia de la gran minería transnacional en la ocupación local multiplicando los puestos reales por tres, por cuatro y hasta por cinco veces, engrosando números para tapar con mitos las realidades…

Si bien sobre lo ‘cuantitativo’ no hay más que los poco fiables ‘multiplicadores’ que imaginan desde las secretarías públicas y las cámaras privadas del sector, sobre lo cualitativo del ‘empleo indirecto’ algo podemos decir los habitantes de este suelo catamarqueño, con el triste privilegio de ser pionero en este nuevo formato de saqueo, en base a nuestra experiencia vecinal…

Cuáles son los puestos de ‘trabajo indirectos’ solicitados por la actividad minera? Qué nuevos tipos de bienes y servicios se demandan por estos pagos? Qué categorías ocupacionales están ‘aprovechando’ el boom minero…? De eso algo sabemos, y podemos hacer una pequeña lista:
Transportistas de sustancias tóxicas…
Publicistas de diverso tipo, expertos en vender ilusiones; en lavar y crear ‘imágenes’ de empresas ‘verdes’ y ‘socialmente responsables’…
Abogados, hábiles como ninguno en ‘defender lo indefendible’…
Estudios contables y auditores especializados en construir balances a la medida de las tasas de rendimiento esperadas, a costa de las ya ‘legalmente’ recortadas obligaciones fiscales…
Constructores de obras con mucho cemento, muchas luces y carteles, para que luzcan los ‘beneficios’ de las regalías…
Arquitectos de nuevas cárceles para no ‘hacinar’ a los delincuentes de siempre; diseñadores de predios feriales para ‘mostrarnos al mundo’ y de ‘estadios de fútbol para soñar con un equipo provincial jugando en primera con el sponsoreo de la minera; iluminadores de catedrales y cuanto edificio público quepa para ‘atraer’ el turismo –ahora- del ‘mundo’…
Periodistas promineros de todos los medios (gráficos, audiovisuales, sanctos y non sanctos…); nuevos cronistas de indias, que cuentan, paso a paso y al detalle, las proezas y avances del ‘progreso’…
Técnicos de los más diversos tecnicismos, expertos expertísimos en el arte de los instrumentos, tan proporcionalmente ocupados al detalle de la eficacia de los medios, como ‘desinteresados’ y amnésicos por la cuestión de los fines…
Y, por cierto, guardias y servicios de seguridad públicos y privados, adaptables a requerimientos y condiciones represivas de distinto tipo; creativos para el ejercicio de la violencia en diferentes dosis y estilos, prestos a identificar y reducir las turbas y manifestaciones de los nuevos terroristas de nuestro tiempo…

Tales y no muchos más, suelen ser las categorías de ‘ocupados’ de los ‘puestos indirectos’ creados por la gran minería tóxica transnacional. Aunque poco y nada pueda decirse de la utilidad social de los ‘productos y servicios’ de sus trabajos, ellos engrosarán los inflacionados números de los ‘puestos creados’ y los ‘salarios pagados’ con tal de atemperar en algo las insalvables brechas entre las promesas y las realidades del tan mentado ‘empleo minero’.

Quedan, por cierto, fuera de la ‘contabilidad’ algunos pagos ‘en negro’ (con perdón de este recurso colonial del color) destinados a los mercaderes de la ‘cosa pública’, gestores estatales de intereses privados; jueces, fiscales y camaristas ocupados de los ‘delitos de siempre’ y desentendidos de los crímenes más siniestros, ingenieros avezados en construir la impunidad de los poderosos; y alguna que otra ‘limosna’ para los predicadores de la resignación eterna y bendecidores de las obras del ‘progreso’…

Estos también, en tanto pagos a servicios prestados, deberían contabilizarse entre los efectos ocupacionales indirectos a la economía local, ya que aún siendo no-registrables y no-publicables, no dejan de ser una partida importante en los ‘costos operacionales’ de las mineras…



Horacio Machado Aráoz
BePe – ASANOA Catamarca
Universidad Nacional de Catamarca
Marzo de 2009
[1] Nunca está demás recordar algunas cifras indicativas de la expoliación: según los registros de la Casa de Contratación de Sevilla, sólo entre 1503 y 1660 ingresaron a la Corona española 185 mil kilogramos de oro y 16 millones de kilogramos de plata, el equivalente a tres veces el total de las reservas europeas de la época. En el siglo XVIII, con la explotación del oro de Minas Gerais por los bandeirantes lusitanos, Portugal llegó a superar el volumen de oro extraído por España; de acuerdo a los registros británicos, en esa época llegaron a entrar al mercado de Londres 50 mil libras de oro brasileño por semana.
En la primera mitad del siglo XX, con el desarrollo de las industrias automotriz y eléctrica, el cobre se constituiría en el metal clave para el desarrollo industrial: en esa época, cuatro compañías estadounidenses (Kennecott Copper Co., Anaconda Mining Co., Calumet & Hecla y Phelps Dodge) controlaban el 56,2 % de la producción mundial de cobre y sus principales fuentes de reserva eran las minas de El Teniente y Chuquicamata, en Chile, y Toquepala, Cerro de Pasco y Quiruvilca, en Perú.