domingo, 8 de febrero de 2009

Los ciclos de los movimientos sociales


Raúl Zibechi


Foto: Archivo de imágenes Ger-Gemsal. www.ger-gemsal.org.ar


Los foros sociales mundiales, regionales y nacionales nacieron en un período de ascenso de las luchas sociales contra la primera fase del modelo neoliberal, como forma de establecer relaciones no jerárquicas ni centralizadas entre los más diversos movimientos del mundo. En buena medida sus éxitos se debieron a que, a diferencia de los movimientos antisistémicos del período anterior, no reprodujeron algunos de sus errores y afirmaron su autonomía de los partidos de izquierda y de los gobiernos progresistas, aunque mantengan fluidas relaciones con ellos.




Naturalmente, luego del ascenso vino el declive de la actividad pública de los movimientos, que se enfrentaron con escenarios políticos mucho más complejos en los que no siempre acertaron a ubicarse. En poco tiempo dejaron de ocupar, como en la década anterior, un lugar central en el tablero político. La llegada a los gobiernos de una camada de fuerzas y presidentes progresistas y de izquierda, gracias a la oleada de movilizaciones y resistencias que deslegitimaron el modelo neoliberal, contribuyó a desplazarlos del lugar que habían jugado en los '90. Como se señaló repetidamente en el reciente Foro Social Mundial en Belém, el papel de los movimientos fue y seguirá siendo relevante desde el punto de vista del cambio social, pese a que una buena parte de ellos hayan sido cooptados. Sin embargo, sería poco responsable culpar de ello sólo a una de las partes, ya que en el seno de los movimientos las tendencias a la subordinación han desplazado, en no pocos casos, las tendencias a la autonomía. Este debería ser uno de los ejes de los debates en el período actual.




El problema mayor que atraviesa el continente está, sin embargo, en otro lugar. Sería demasiado simplista asegurar que el neoliberalismo es cosa del pasado por el solo hecho de que el aparato estatal sea gestionado por fuerzas que enarbolan un discurso antineoliberal. El modelo inspirado en el Consenso de Washington, pese a la profunda crisis en curso y a la erosión de su credibilidad, está lejos de haber desaparecido. Luego de una primera fase anclada en las privatizaciones, la apertura de las economías y un conjunto de desregulaciones que redundaron en un debilitamiento del Estado, fue creciendo hasta hacerse hegemónica una segunda fase basada en la minería a cielo abierto, los monocultivos de soja y caña de azúcar para biocombustibles y el complejo forestación-celulosa.




Este tipo de emprendimientos muestra la hegemonía del capital financiero en el control de los recursos y bienes comunes, de tal magnitud que están rediseñando de arriba abajo las economías sudamericanas. Mientras la primera fase del modelo fue piloteada por gobiernos conservadores como los de Fernando Henrique Cardoso y Carlos Menem, esta segunda fase la comandan los gobiernos progresistas, lo que induce a confusión a numerosos analistas que se focalizan en el discurso de los gobernantes. Pero los movimientos no se han dejado seducir por los argumentos que hablan de un "posneoliberalismo". El MST de Brasil asegura una y otra vez que el agronegocio creció como nunca bajo el gobierno de Lula, desplazando a la agricultura familiar y expandiendo la frontera agrícola al punto de poner en peligro la sobrevivencia de la Amazonia.




En segundo lugar, se suelen omitir las contradicciones existentes aquí y ahora entre los gobiernos progresistas y los movimientos sociales. Por debajo del discurso de Rafael Correa, en Ecuador se despliega una durísima batalla de los movimientos indígenas contra la minería a cielo abierto apoyada con entusiasmo por los mismos que hablan de "socialismo del siglo XXI". La huelga y movilización del 20 de enero para impedir la aprobación de la Ley Minera se saldó con decenas de heridos y detenidos en el marco de una represión no muy diferente de la que ejercían gobiernos anteriores. La compacta defensa de Correa de una actividad como la minera, que es punta de lanza del neoliberalismo actual, pone en negro sobre blanco los límites del progresismo de la región.




La debilidad por la que atraviesan los movimientos no permite concluir que ahora sean los gobiernos la punta de lanza contra el neoliberalismo o los hacedores del cambio social. Es cierto que el progresismo ha reforzado el papel del Estado en la economía, frenó las privatizaciones cuando ya queda poco por privatizar, promueve políticas sociales más ambiciosas y busca regular algunos aspectos de la actividad económica. Pero en modo alguno puede decirse que se esté procesando una ruptura con el modelo, quizá con la excepción de Bolivia. Pese a estos cambios, la "acumulación por desposesión", que es el núcleo del neoliberalismo, sigue intacta como lo demuestran la creciente concentración de riqueza y la depredación del medio ambiente. Será imposible salir del modelo sin mediar una profunda crisis política, ya que las fuerzas interesadas en mantenerlo han acumulado mucho poder material y mediático y cuentan con amplios apoyos sociales que abarcan capas nada despreciables de los asalariados.




En los períodos de repliegue de la movilización social suelen tejerse en la sombra los lazos de las futuras acciones que conformarán nuevos ciclos de lucha. Así sucedió en los oscuros primeros años de la década de 1990, y es muy probable que ahora esté sucediendo algo similar. Cuando la acción social vuelva a desplegarse con todo su vigor, serán los gobernantes progresistas los que deberán tomar su lugar de un lado u otro de las barricadas. Porque en el próximo ciclo de luchas serán, en buena medida, el blanco de la actividad de los movimientos sociales.

Desarrollo, democracia y asambleas en movimiento

Norma Giarracca

Foto: Archívo de imágenes Ger-Gemsal: www.ger-gemsal.org.ar


La discusión acerca de cuánto contaminó ayer u hoy Botnia con sus dioxinas y furanos, La Alumbrera con su cianuro o Monsanto con su glifosato malsano no es lo central para quienes pensamos que el problema no reside en estas mediciones, sino en el modelo de desarrollo que se impuso (dictaduras mediante) y que ninguno de los gobiernos elegidos por esta democracia representativa estuvieron dispuestos a modificar en lo esencial. Por eso es necesario relacionar estas cuestiones que casi siempre aparecen separadas: qué modelo de desarrollo con qué democracia. Y quiénes los cuestionan.




El concepto "desarrollo" tiene mala prensa y algunos pensadores proponen incluso desterrarlo del acervo lingüístico de los nuevos pensamientos críticos. No se lo puede desligar del colonial sentido evolucionista que establece estadios para alcanzar la meta que sólo unos pocos países lograron a costa del saqueo de otros territorios y poblaciones. El "desarrollo" siempre fue presentado como esa meta imposible para nosotros en tanto carecemos de algo, somos gente sin algún atributo como consecuencia de "la raza", "la cultura", "la educación", "el clima" o cualquier cosa que nos hace indefinidamente "subdesarrollados".En los tiempos posteriores a la segunda posguerra hubo un período en que la ilusión del desarrollo parecía hacerse realidad y los mercados laborales se habían convertido en dispositivos de inclusión dentro de sistemas de desigualdad parcialmente corregibles (pensemos en los gobiernos del primer peronismo) y un horizonte de derechos sociales fijado por el movimiento obrero, que justificaba la apuesta "desarrollista".




Pero esos tiempos cambiaron (gobiernos militares represivos mediante) y lo que resulta difícil de comprender es cómo, con las características que la organización económica del capitalismo neoliberal ha asumido actualmente, se insiste en el mito. Hoy el "paradigma desarrollista" que se ofrece a través del gran aparato comunicador mediático es inequitativo, socialmente excluyente, generador de muy pocos ricos que son muy ricos y muchos pobres que son muy pobres; y, además, es devastador de los recursos naturales que representan la principal riqueza por la que el mundo globalizado disputa.Ramón Grosfoguel, uno de los críticos del desarrollo, sostiene que para el pensamiento capitalista/colonial/moderno los pueblos fuera de los centros de poder están siempre en una situación de carencia: pasamos de ser "gente sin escritura" a "gente sin historia" y cuando llegamos al siglo XX pasamos a ser "gente sin desarrollo" y más recientemente "gente sin democracia". Y siempre hubo un "gran otro" dispuesto a suplir esas carencias por nosotros y a proponernos modos de conocer(nos), imponiendo epistemes y produciendo verdaderos "epistemicidios" con otras formas de conocimiento que sustentaban otras formas de vida. En América latina la caracterización de "gente sin democracia" –como señalamiento que apunta a los países asiáticos y africanos– no es necesaria por ahora, porque existen democracias dóciles y obedientes al mandato de estos poderes económicos. Y aquellas que se animan a desconocerlo corren el peligro de caer en tales categorías (sólo escuchar atentamente la CNN para percibirlo).




Las "democracias representativas" están cuestionadas por quienes sufren en carne propia, en su vida cotidiana, en la salud o seguridad de sus hijos las consecuencias de este "desarrollo" y por otras personas que nos sentimos identificadas con estas luchas. Porque "en nuestro nombre" se habilitan legislaciones criminales para sustentarlo; "en nuestro nombre" se sacan leyes que permiten y subsidian actividades como la minería, se cambian otras que la prohibían; se veta una ley que protege a los glaciares; o "en nuestro nombre" se habilitan situaciones diarias que violentan un básico sentido del "buen vivir".




Muchas de las poblaciones que rechazan estos desarrollos desconfían de la "representación"; desconfían de los partidos políticos y de las instituciones y proponen organizarse en las difíciles formas asamblearias como dispositivo de decisión practicando modos de democracia directa. Por supuesto que no se adjudican la representación del país sino que usan su pequeño espacio generado por la acción colectiva para pensar problemas que nos atañen a todos y, con la ayuda de los medios de comunicación y de otros actores, los ponen en la agenda de discusión pública. Porque la contaminación, la depredación de bosques, de glaciares, de la tierra, el modelo sojero que sustituye a una agricultura de alimentos, la contaminación de los ríos, son problemas de todos, no sólo de los grupos en resistencia.Muchos de quienes critican este "de-sarrollo", así como la degradación irreversible de las formas de representación política en todos los niveles, cuestionan radicalmente el mundo en que vivimos hoy aunque no sepan muy bien cómo ir construyendo su reemplazo. Y ésta es la mejor expresión del pensamiento crítico de nuestro tiempo: el que se permite actuar sobre lo que aún no existe, imaginarse una economía del buen vivir o formas de democracia directa, democracias pluriétnicas o un "mandar obedeciendo" e ir actuando en consecuencia. Un pensamiento que no propone subordinar la novedad a las viejas formas institucionales existentes y mantiene una sana indignación que suscita impulsos para teorizar y acompañar las nuevas experiencias.

El año del futuro


Boaventura de Sousa Santos


Imagen: Foro social mundial. Belem do Pará 2009. En: www.prensadefrente.org


Los grandes medios de comunicación divulgaron hasta la saciedad el diagnóstico de la situación internacional elaborado por el Foro Económico Mundial (FEM) en su reunión de este año. Es un diagnóstico sombrío que coincide en muchos puntos con los diagnósticos elaborados por el Foro Social Mundial (FSM) en sucesivas ediciones desde 2001. No importa saber si el FSM tuvo razón antes de tiempo o si el FEM tiene razón demasiado tarde. Interesa, sí, reflexionar sobre el hecho de que el FSM no ha tenido la influencia o ejercido la presión que se desearía sobre quienes están encargados de formular políticas. En parte, esto se debe a una elección del FSM: ser un espacio abierto a todos los movimientos y organizaciones que luchan de forma pacífica por otro mundo posible, sin dejar que tal apertura resulte comprometida por decisiones políticas, nunca posibles de obtener por consenso. Siempre sostuve que esta opción, siendo acertada, no debía asumirse de manera dogmática. Debería ser posible identificar, en cada momento histórico, un pequeño conjunto de temas sobre los cuales generar un gran consenso. Sobre ellos, el FSM, en tanto tal, debería tomar una posición que sería asumida por todos los movimientos y organizaciones que participan en él, originando así agendas parciales pero consistentes de políticas nacionales-globales.


Los acontecimientos que marcan el inicio de 2009 parecen darle la razón a esta posición. Se trata de acontecimientos tan importantes que, si el mundo no puede conocer la posición del FSM sobre ellos, es de prever que el FSM corra el riesgo de volverse irrelevante. Paso a mencionar algunos de esos sucesos.La tragedia de Gaza. Quedó demostrado que, durante la más reciente invasión de Israel a la Franja de Gaza, se cometieron crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. ¿Qué consecuencias extrae el FSM de este hecho? ¿Qué medidas propone para que estos crímenes no queden impunes?


¿China o Sumak Kawsay? Es verdad que el neoliberalismo no resultó muerto por el activismo del FSM. Se suicidó. Esto se manifiesta en las pseudo soluciones que aparecen para el desastre. Una cosa es segura: los ciudadanos del mundo saben cómo protegen los Estados a los bancos, sólo que no saben cómo protegen a las personas. Sobre las muchas dimensiones de la crisis, el FSM tiene una reflexión consistente. Pero, ¿cuál es la posición del FSM? Por un lado, las economías centrales le imploran a China que "fuerce" a sus ciudadanos a consumir, aun sabiendo que si sus niveles de consumo llegasen a los de Europa y América del Norte se necesitarían tres planetas para garantizar la sustentabilidad del único planeta que tenemos. Por otro lado, en los antípodas de esta propuesta, el notable protagonismo de los pueblos originarios del continente americano hizo posible que sus concepciones de un desarrollo en armonía con la naturaleza se consagraran en las constituciones de Bolivia y de Ecuador. Se trata del principio de "vivir bien", el Sumak Kawsay de los quechuas y el Suma Qamaña de los aymaras. ¿De qué lado está el FSM?


Cuba: ¿cincuenta años de futuro? La Revolución Cubana celebra este año su cincuentenario. Europa y América del Norte podrían ser lo que son hoy sin la Revolución Cubana, pero no puede decirse lo mismo de América latina, Africa y Asia, o sea, de las regiones donde vive el 85 por ciento de la población mundial. Cuba desea la solidaridad crítica del mundo progresista para superar una situación que, de no cambiar, es inviable en tanto solución socialista. ¿Dónde está la solidaridad del FSM? ¿Dónde está la crítica?


El Comando Africa (Africom). En la política de varios países africanos comenzó a ser visible la interferencia del Comando Africa, recién creado por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos. Es de prever y de temer una creciente tensión militar en el continente. ¿Será éste un tema donde el FSM pueda tener razón a tiempo y dar a conocer al mundo su posición?


El fin del 11 de septiembre. ¿Qué tiene en común la decisión del presidente Obama de cerrar la prisión de Guantánamo y suspender los juicios con la decisión del ministro brasileño Tarso Genro de conceder asilo al ex militante de izquierda Cesare Battisti? Son dos valientes decisiones de los gobiernos de dos países importantes (el primero en declinación, el segundo en ascenso) que le señalan al mundo que el vértigo por la seguridad que asoló al mundo después del 11 de septiembre de 2001 llegó a su fin. La mejor política de seguridad ciudadana pasa por la primacía del derecho y la profundización de la democracia. La "justicia de excepción" es a la justicia lo que (sin ofender) la música militar es a la música clásica. El mundo tiene derecho a saber qué medidas va a tomar el FSM para apoyar las decisiones de estos gobiernos que, como es de esperar, tendrán sus detractores.


Traducción: Javier Lorca.